La muestra “¡Socialera!” exhibe las cautivantes fotos de bodas que la documentalista Natalia Roca saca por encargo y sin propósito artístico.
Toda ceremonia requiere ser fotografiada para ser considerada tal, pero ¿qué sucede cuando el foco se desplaza unos milímetros de la postal oficial? La reconocida documentalista Natalia Roca viene ejerciendo esa sutileza infiltrada desde hace años en su rol de fotógrafa de casamientos, que se puede seguir en la cuenta de Instagram @nataliarocabodas y ahora se materializa en la muestra “¡Socialera!”.
Con algo de picardía y misterio, la artista cordobesa pone en suspenso todo aquello que es repetición y cliché en el ritual casamentero. Un desfile de mujeres ocultas por sus vestidos, un niño que rueda por el césped y rompe la foto familiar, un mozo cabizbajo que se recorta contra una pared del tumulto que festeja: en el clic congelado el evento, se extraña y emergen pliegues, sombras, arquitecturas y expresiones insólitas que no se agotan en el solo hallazgo.
Formada con referentes del medio como Marcelo Augelli, Andrea Chame, Darcy Padilla, Adriana Lestido y Gisela Volá, Roca ha conjugado el profesionalismo con la mirada antropológica en una especialidad en bodas que la ha llevado por distintos lugares del mundo, como México, Paraguay, Uruguay, Estados Unidos y España.
De manera paralela, Roca venía trabajando una serie sobre partos respetados, imágenes dramáticamente contrastantes con la aparente liviandad de las instantáneas sociales por encargo. Hasta que Guillermo Franco vio en estas últimas un potencial de exhibición y convocó a Roca a la actual muestra en la galería GF. “La fotografía de eventos era mi ingreso comercial, nunca la había pensado en una exhibición”, reconoce la artista.
Y continúa: “Considero mi fotografía en bodas más asociada a la narrativa documental que artística, una expresión que adquiere ese valor porque hay un ojo que mira con intención de relato lo que se miraba de otra manera. Descubrí un universo inadvertido, comencé a centrarme en los intersticios, capa tras capa, en las situaciones entre ‘momentos importantes’. Ese fue mi eje: ¿qué hay detrás o al lado de? Y también un registro que abarcara la multiplicidad de situaciones, detalles, actorxs. Las niñeces son un eje al que le doy importancia. Me atrae que en una ceremonia donde generalmente hay un protocolo, un deber ser, lxs niñxs traen frescura, un sin filtro, una irreverencia que me encanta y busco retratar. El humor se fue construyendo con búsquedas de sentido, de relaciones, de abordar situaciones como reflejos de un entramado social”.
–¿Se ha alterado el ritual de casamiento? ¿Conlleva cierto anacronismo?
–El rubro sigue funcionando intensamente, sobre todo en temporada alta y aun después de dos años pandémicos. Lo anacrónico es una visión de “evento social” entendido desde una única perspectiva. Lo que ha ocurrido es que se han ampliado las circunstancias. Los rituales han ido mutando. Desde 2012 hasta ahora, me ha tocado registrar bodas en distintas geografías, países, ciudades y pueblos, en matrimonios igualitarios y de variados cultos: hindú, armenio, bahaí, cristiano, judío, ritual andino con chamanes y celebraciones íntimas. Frente a esto y sumado a que una mayor cantidad de gente puede sacar fotos con celulares, la fotografía en eventos sociales también tuvo que mutar y este desafío supuso para mí una evolución. La posibilidad de desarrollar una mirada autoral, un estilo. Incorporar códigos visuales compositivos específicos, más asociados al fotoperiodismo, con una noción de los tiempos, de la iluminación, el gesto, las miradas. Narrar en imágenes, contar una historia.
–¿Cómo funciona el lazo entre tu mirada y el trabajo específico en la boda?
–Producir estas imágenes ha sido en contexto de contribuir a la memoria familiar de cada pareja que me ha contratado. Desde una mirada en el ritual, de observar y registrar al modo en que me causa placer hacerlo, con el objetivo de producir un registro familiar documental único que dé cuenta de una historia ocurrida ese día. Todo momento, trabajo o instancia de vida cotidiana puede ser un hecho artístico, podemos iluminar espacios rutinarios, tenemos derecho al goce y a la capacidad de contemplar e intercambiar de manera creativa. Puedo crear arte en mi plato de almuerzo, generar una performance íntima y decir esto es arte. Como dice Luci, la hija de una amiga querida, todes podemos ser artistas.
La muestra “¡Socialera”!, de Natalia Roca, se exhibe en GF Galería Fotográfica (Independencia 180) de lunes a viernes, de 8 a 20; y sábados, de 9 a 14. Entrada libre.
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