8 de marzo: goles que no se olvidan, recuerdos que inspiran

2022-03-04 08:27:11 By : Mr. Camby Huang

Mi sueño era ser futbolista profesional. Mi sueño es ser futbolista profesional. Pero ya no puedo, tengo 52 años”, confiesa Teté Tissera y la voz se le entrecorta. Suspira. Hace un largo y sentido suspiro. Y con su mente viaja a su niñez en Cruz del Eje en la década de 1970. 

El cronista de este texto comienza a escribir la historia de “Teté” en un bar frente a la Plaza de la Intendencia y por el ventanal puede observar a un grupo de niñas jugando a la pelota entre ellas. Están felices. Sus madres las miran.

¿Hace falta decir que, para una niña, era imposible soñar en la época de “Teté” con jugar a la pelota libremente? ¿Hace falta resaltar que era utópico para una mujer, a pesar de su talento, soñar con ser profesional? ¿Hace falta exponer que pasó su niñez en medio de la dictadura militar y por eso, aún, era más complicado creer que podía jugar con sus amigos en los torneos? No hace falta, pero vale para no olvidar y, así, no volver a repetir. En el DNI dice que se llama Patricia Marisel Tissera. Sin embargo, todos la conocen como “Teté”. Así la bautizó su hermano mayor a las pocas horas de haber nacido, cuando la vio en la cama e inocentemente le quiso decir “bebé” y desde entonces es Teté.

Ella empezó a jugar a la pelota a los 5 años en su pueblo. En la esquina de su casa había un lote, que supo ser un parquecito con juegos para niños, y que un día fue desarmado. Los nenes de su barrio se quedaron sin las hamacas, pero se las ingeniaron para armarse una canchita de fútbol. Jugaban todo el día, Teté los miraba… “Y ahí empezó mi historia”, le cuenta a La Nueva Mañana con una sonrisa.

“Cuando yo volvía del jardín, me iba a verlos jugar, y debe ser que un día les faltaba uno y me invitaron a jugar. Y re bien. Desde ese momento jugué siempre. Los chicos no me discriminaban, me invitaban a que jugara con ellos. Éramos muy unidos, cuando la pelota se caía en un pozo que estaba al costado de la canchita, nos organizábamos con unas ramas para sacarla. De esa manera, todos juntos, nos ordenamos para arreglar la cancha y ponerle arcos. Era todo el día jugar al fútbol, hasta que el solo se ponía”, relata apasionada la actual profesora de Historia, que da clases en un colegio de Cruz del Eje y en otro de Capilla del Monte.

Así fue toda su niñez. Jugaba en el potrero y lo hacía bien, cuenta y cuentan. Pero el fútbol para las niñas en esa época estaba prohibido, literalmente. Ella narra: “En la niñez sufría cuando hacían campeonatos oficiales, porque no me dejaban participar por ser mujer. Lloraba. Y me ponía remal. Nunca hubo forma de convencer a los organizadores que me dejen jugar con mis amigos. Nuestro equipo se llamaba la Plaza”.

“Me genera un montón de emociones y sentimientos ver hoy a las nenas jugar libremente al fútbol. Me da mucha felicidad que en estos tiempos las chicas no tengan obstáculos grandes como los que tuve en mi niñez por ser mujer. Ver que a las chicas les gusta el fútbol y lo pueden decir libremente. En mi niñez estábamos en plena dictadura y el fútbol era para los varones y las nenas teníamos que jugar a las muñecas. Era imposible deconstruir eso. Aunque yo rompía con eso, jugaba con mis amigos, pero era la única nena que jugaba”, cuenta. Cuando habla de dictadura no lo dice por decir ni sólo para contextualizar. Aunque esta es la historia de Teté Tissera, su talento y sus sueños futboleros, no se puede escapar de su historia familiar. Y su historia familiar y su niñez están atravesadas por el miedo, el terror, la muerte y la desaparición.

Teté, que nació el 21 de julio de 1970, cuenta una anécdota navideña, relacionada con su infancia, y empieza a destrabar capas de su historia familiar: “En Navidad nos juntábamos en la casa de la bisabuela de la nieta recuperada 129. Nos juntábamos toda la familia. Mi tío venía de La Rioja, él tenía un negocio grande, y nos traía regalos para todos los niños. De grande me di cuenta. Hacían eso para tapar la tristeza de los grandes. Nos daban los juguetes y todo el niñerío se iba a jugar al patio, adelante, y ellos, los grandes, se quedaban adentro llorando por las ausencias. Una de esas navidades, nos hicieron anotar qué queríamos y yo pedí una pelota de fútbol. Sacaron las cajas y empezaron a dar los paquetes. Cuando veo el mío, era rectangular. Empecé a dudar. Y cuando lo abrí era una muñeca. Me enojé tanto, hice un escándalo, mi papá y mi mamá no sabían dónde meterse. Me tuvieron que comprar una pelota de fútbol”.

Ella narra su anécdota. Habla, se emociona al recordar y pasa por distintos estadíos. Y sí usted lector que está atento, se dio cuenta cómo inició la anécdota. 

El 9 de abril de 2019, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el hallazgo de la nieta 129, que es una mujer de 42 años, radicada en España, hija de Norma Síntora Maglione, quien estaba embarazada de ocho meses cuando fue secuestrada.

Teté es sobrina de Norma, militante revolucionaria oriunda de Cruz del Eje y desaparecida durante la última dictadura cívico-militar.

“La mamá de M, la nieta 129, era prima de mi papá. Mi papá sería tío de ella. Yo soy prima segunda. Es una historia con la que me crié. Para nosotros fue muy triste, me crié con el sufrimiento de la familia en esa época. Tengo plena conciencia de eso. Me acuerdo todo. Cuando fui creciendo, fui entendiendo todo lo que había visto. En el pueblo nos discriminaban por eso. Nos decían que éramos ‘parientes de los extremistas’... Cuando pasó que la encontramos, después de unos meses ella vino a Cruz del Eje y la conocí, estuvo en casa, vino con mi primo Marcos, que se crió con nosotros. Fue un momento muy especial, porque toda la vida esperamos ese momento. Siempre conocí su historia. Cuando pasó lo de Norma tenía 7 años (21 de mayo de 1977). Y tenía 6 años cuando en el ’76 mataron al hermano de mi papá. Me acuerdo cuando recuperaron el cuerpo, me acuerdo del velorio. Toda mi vida viví con eso. Por eso fue conmovedor cuando nos enteramos que había aparecido ella, que tanto la buscábamos. Es inexplicable. Yo cuando iba a Córdoba andaba por las calles mirando la gente, viendo si encontraba un rostro familiar, alguien parecido...”.

Esta es parte de la historia familiar de Teté. Pero volvamos a su historia futbolera.

En la adolescencia los recuerdos de su relación con el fútbol fue que ya no pudo jugar más con sus amigos del potrero. Los tiempos estaban cambiando, y su cuerpo también. Ya no se sentía tan cómoda. Pero ella se las ingeniaba para seguir ligada a su pasión. En el secundario se hacían torneos intercursos o intercolegiales, y cuando habilitaban el fútbol femenino, ella jugaba. Nunca olvidará cuando hizo un golazo en una final a cinco minutos del final. “La clavé al ángulo a lo Riquelme”, dice sin ponerse colorada. Se emociona al evocar aquel festejo donde quedó abajo en la pila de cuerpos que celebraban la inolvidable conquista. 

Participó de torneos de verano. Armó equipos con otras chicas del pueblo. Siempre sobresaliendo y haciendo lo que más amaba, lo que la hacía feliz que es jugar a la pelota, hasta que el físico se lo permitió. Y continuó rompiendo prejuicios.

“Hice goles que quedaron grabados en mi memoria. ¿Sabés qué lamento? Que en esa época no había estas cámaras para sacar fotos o hacer videos. No tengo fotos de mi niñez jugando al fútbol. Una vez vino un muchacho, sobrino de un vecino de la cancha, que jugaba en Atlanta, en Buenos Aires, se puso a vernos jugar, nos sacó unas fotos, pero nunca más lo vimos. Recuerdo que quedó admirado de verme jugar”, rememora. 

Abrir caminos para que otros logren los sueños. Podría ser la historia bíblica de Moisés, que no pudo entrar en la tierra prometida. Es, también, la historia de muchas mujeres que soñaron con el fútbol profesional, que no llegaron a jugarlo, pero que hoy pueden ver cómo las nuevas generaciones pueden disfrutar de los frutos cosechados por aquellas. La historia de Teté, desde Cruz del Eje, desde el “interior del interior” es una de ellas, una de tantas.

Y así cierra la charla: “Ser futbolista profesional fue el sueño de mi vida. Mi sueño es ser futbolista profesional. Pero ya no puedo, tengo 52 años. Hoy el fútbol femenino tiene visibilidad y es legal. Llegó cuando ya no puedo jugar. Pero me produce felicidad que de ahora a la posteridad no se detendrá, y se ganarán más espacios. Y será profesional. El fútbol fue mi sueño desde el alma, no se me dio, pero hoy veo a chicas abriendo y ganando espacios. Ya no es sólo potrero. Ya no es sólo para los varones. Yo no sufrí discriminación de los chicos que jugaban conmigo, ellos me invitaban, me respetaban, era de igual a igual. La discriminación venía de los más grandes. Me decían machona. Eso ya no va a pasar. Sufrí discriminación, no me permitían jugar en los torneos oficiales. Eso ahora ya no va a pasar. Lo confieso, a los 5 años, sin que nadie me dijera, yo soñaba con ser futbolista, soñaba con el fútbol femenino, que sea profesional, yo soñaba con jugar en Boca, en la Selección. Ahora esos sueños son posibles para las chicas que vienen”.

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