La visión andina enhebrada al mundo contemporáneo – ANRed

2022-06-24 18:47:27 By : Ms. wei Wei

Jesús Casimiro inauguró el 7 de abril una nueva exposición con el título “Más allá del textil”. Quien haya pasado entre lunes y viernes durante los últimos 20 años por las puertas de la Casa de la Provincia de Salta, es probable que lo haya visto hilando y tejiendo del otro lado de las vidrieras, en pleno microcentro porteño. “La razón de la muestra es la de mostrar el arte fibra como una variación del arte textil”, expresó Jesús en una larga entrevista en la cual nos habló de sus comienzos y su recorrido. Por Andrés Manrique, para ANRed.

verticales hijos de la tierra”

Algunos hitos de la exposición, de la mano del artista

“Más allá del textil tiene la intención de mostrar el arte fibra como una variación dentro del arte textil, que sigue siendo considerado un arte menor. El arte fibra se diferencia del textil, principalmente por tres razones: la principal es que no se hace en telar, ya no se usa el instrumento convencional; la segunda es que se hace sobre cualquier tipo de material que tenga estructura (tridimensional), es decir, no se realiza con urdimbre ni con trama, que son las bases del telar; y la tercera es que sea rígida o semirígida, es decir, auto-portante. Esos son los criterios del arte fibra que presento ahora, por eso la exposición no tiene una curación temática; es más la presentación del arte fibra con distintos materiales: fibra lana, fibra animal y fibra mineral (metales).

En la muestra hay obras que tienen que ver con lo climatológico, otras que tiene que ver con lo cósmico y con los fenómenos naturales, y algunas otras vinculadas con la histórico cultural. Incluí además una obra que llamo interactiva, porque invita a que las personas se metan dentro e interactúen con la pieza.”

“Si te ponés a pensar, a mirar, todo es fibra. Microscópicamente, todo elemento del universo es un tejido. El arte fibra puede surgir a partir de elementos en desuso, cosas de la calle y elementos que van a demandar distintas técnicas. Algunas técnicas pueden pasar de una obra a otra, pero están también las que nacen y mueren en una misma obra, porque cada pieza exige cierta resolución que no va a ser admitida en otra.”

Como si con la tierra hubiera hecho un pacto secreto, en todos sus trabajos está presente lo ambiental. Casimiro señala, de una manera lateral, la responsabilidad que el ser humano tiene de cuidar la Pachamama, definida por el artista como “el espacio tiempo (pacha) que le da cobijo a la vida (mama).” Y sus obras responden a esa íntima relación.

Todo está compuesto por cientos de tramas que no están a la vista y que nos constituyen, más allá de lo que mostramos o vemos. Las capas del hilado, cubriendo y matizando, conformadas por lo que corre por abajo, hablan de nuestra condición. Casimiro describe un movimiento entre las culturas que se enlazan, poniendo a simple vista nudos, y pasajes; una cosmovisión andina (la urdimbre) atravesada por una trama cosmopolita.

En Casimiro hay entusiasmo, hay impulso. Hila perseverante, con énfasis, con precisión. Sus ojos se alumbran cuando habla de su actividad, de su obra, de sus proyectos. En el hilo tenso de su voz hay entrega y agradecimiento.

Imagen: muestra «Más allá del textil»

De donde viene y hacia donde va

En la sangre de Casimiro están los Valles Calchaquíes abriéndose a los tonos del cielo en Luracatao, su pueblo natal, ubicado a 180 kilómetros al noroeste de la capital de Salta, y a 2700 metros de altura.

“Cuando era chico, si alguien quería ir desde mi pueblo hasta la capital de Salta, debía esperar un camión que pasaba una vez por semana, el único transporte. Al amanecer, salíamos a trabajar y al hacerse la noche volvíamos a las casas. En los meses de noches largas, antes de las nueve ya estábamos dormidos, y a las cuatro de la mañana, arriba de nuevo. El gallo era el reloj de allá. Pensá que Luracatao es un último rincón de los Valles Calchaquíes.”

Jesús tenía cinco años cuando comenzó a trabajar: regaba las plantas, juntaba leña, “desyerbaba, que es ir con la azada cortando yuyos, removiendo la tierra.” Con el arado trabajó el suelo, trazando sus primeras tramas. A los siete años se divirtió imitando programas de radio y voces: “a esa edad no podía entender cómo podían ser esas personas de chiquitas para entrar ahí adentro”, dice sonriendo, mientras enmarca un rectángulo imaginario de 20 centímetros con los dedos. “Además, jugaba mucho a la pelota, siempre de trapo. Rellenaba una media porque el terreno era muy rugoso y la media es la única tela elástica y resistente. Sabíamos llevarnos cada paliza, porque se las sacábamos a mamá, pero hacíamos una pelota así de grande”, dice abrazando el aire.

En su familia hay varios apellidos. Jesús lleva el de su madre: Casimiro.

“Cuando era chico hacía o veía cosas que al crecer ya no pude ver de la misma manera. El verde era el color más escaso en medio de la aridez, sobre todo durante los meses de invierno y otoño: un verde seco. Si tuviera que representar mi infancia probablemente sería un collage donde utilizaría mucho la enredadera, la totora, ese junco que crece en zonas salitrosas y tallos con los que se confeccionan canastos. Me gustaban los meses de verano porque del páramo surgía el agua y el verde chorreando por todas partes: la fruta, la verdura… y de la nada, una cosa árida pasaba a ser un paraíso. Así como el verano era lo que más me gustaba, los meses de junio, julio y agosto eran los peores. Inviernos con vientos de muchos kilómetros por hora llevándose todo. Remolinos que ponían tristes, secos y pálidos esos meses.”

A medida que fueron pasando los años, los telares se volvieron más coloridos, como si de alguna manera Jesús se tomara la revancha contra aquellos duros inviernos de origen.

“En el pensamiento andino nada nace de lo humano, todo lo que nace es de la naturaleza. De ahí surgen los colores que representa la Whipala, los siete del arco iris; esos colores que representan la flora, la fauna, la actividad agrícola, la medicina, la organización social, la sabiduría, la medicina, y la luz que da origen a todos los colores. Por eso trabajé mucho con ellos, a los que les agregué el negro, que va más con mi propia forma original de trabajar.”

 Los dos llamados del tejido

En Luracatao imaginó su futuro como vaquero. “Quería criar ganado vacuno; no pensaba vivir en la ciudad. El tejido nació como medio de trabajo, a los catorce años. Un vecino que formaba parte de una sociedad de artesanos me estimuló porque necesitaban tejedores. Al principio no tenía idea, pero me trajo lana y armamos un telar. Después de una clase, empecé solo. A la mañana siguiente quise copiar un dibujo del manual Peuser, y unas horas después casi tiro todo.” Por la tarde, volvió el vecino, lo corrigió y Jesús tejió durante tres años, hasta que fue interrumpido por el servicio militar. No tenía pensado ir a la ciudad: “El servicio militar me resultó eterno: cada minuto un día y cada día, un año.” Por suerte y por orden de mérito, en seis meses le dieron la baja y pudo seguir su vida.

“A los diecisiete años llegué por primera vez a la ciudad de Salta capital, con todo el antes que le ponés a viajar. Te hacen tanto la cabeza que ya vas pensando cómo ver. Al llegar al primer lugar de luz eléctrica, rodeado de autos y rutas de pavimento no podía creer que existiera un paisaje tan distinto. Además, de La Cuesta del Obispo hacia el sur era todo verde, unos colores que en la zona de los valles donde yo vivía no existían. Me parecía increíble que todo fuera tan fértil: plantas, selva tupida, infinita. Fue un impacto muy grande.”

Instalado en la capital de Salta, Casimiro quería volver a su casa a criar ganado, pero se fue quedando. Pese a que en la ciudad tenía un puesto de trabajo en la construcción que no le interesaba, cuando regresaba a su pueblo la extrañaba. Allí, un día se encontró con un vecino de Luracatao que trabajaba haciendo tapices para un taller, y como necesitaban manos, se presentó y el tejido volvió a encontrarlo.

 Recién llegado a la gran ciudad

“Todo en cantidad: de gente, de taxis, de colectivos: un número para aquí, otro para allá. Ni bien llegué para mí lo más importante era cómo involucrarme; cómo hacer para viajar y no perderme. Dónde estoy, a quién llamo.” En Buenos Aires ya no lo sorprendió la luz eléctrica, sino el tamaño, los modos de la gente, la oferta constante. Al llegar, llamó al director de Cultura que había conocido durante su primera exposición, en 1992, y le solicitó un espacio de un metro cuadrado para dejar una caja con tapices. En la Casa de la Provincia de Salta lo dejaron trabajar. Al principio a prueba, por tres meses. Hoy, esos primeros tres meses de prueba se han convertido en 20 años, un tiempo en el cual Casimiro se dedicó a tejer de 9.00 a 17.00. Allí, de lunes a viernes, del otro lado de las vidrieras y a la vista del peatón al que sólo le basta detenerse allí adelante para convertirse en público, trabaja hasta las 17.00. De una semana a la otra, al pasar por Roque Sáenz Peña 933, podemos ser testigos y espectadores del desarrollo de su trabajo, hebra por hebra. Después de las 17.00 vuelve caminando a su casa, donde da talleres.

Casimiro sostiene que sólo uno mismo puede entregarse al aprendizaje. El conocimiento se va dando en la práctica concreta. No viene de academias. “En lo personal, lo que más me enseñó el oficio fue a querer lo propio; me enseñó a valorar mis experiencias y a observar desde otros puntos de vista: a pensar distinto. Todo lo que pueda tramarse es muy fiel, porque descubrís que podés entretejer, colgar, atar. Y que la trama da para pensar qué es unido, qué está entrelazado.”

Luego de los talleres de tejido comercial en Salta, empezó a romper lo figurativo con trabajos de pintura rupestre. Mediante la estilización, inauguró el momento en que la figura fue quedando atrás: “Haciendo otras formas hay caminos nuevos, y es tanto lo que hay por descubrir. Muchas veces, repitiendo la técnica, por error o accidente, nace otra. El tipo de material o el trabajo mismo reclama otra técnica. En algunos casos, está todo tan planeado que cuesta traducirlo, llevarlo a los hechos. Igual, por más plan previo que haya, depende mucho del momento, porque lo terminás cambiando en el proceso.”

Mediante la estilización de los motivos de arte rupestre, primero abstrayéndose de las formas, rompe la figura. Después, será el movimiento el que irá entrando a sus trabajos. El viento bate el telar, lo revuelve plásticamente. Las corrientes de aire cortan las figuras y el paisaje se entremezcla, como en “Viento Blanco” o en “Pelea del viento”, ambos de 1998. Allí aún predomina la horizontal y diagonal que desarma el paisaje a golpes de cubismo y expresionismo, como si el viento se metiera en el tejido del cuerpo, y los ojos fueran desgajados al igual que potreros, iglesias y cerros. Con ese estilo, dentro de su especialidad que es la faz de urdimbre, práctica que desarrolla en continuidad con el conocimiento ancestral que adquirió en los valles calchaquíes, provoca atracción e involucra al observador, que participa en la composición de la imagen.

En el cubismo encuentra buena fuente para retratar y aun relatar las tareas de campo y costumbres vallistas, de Salta y La Quebrada: “El yugo”, “Sikuris”, de 1999. El telar se convierte en superficie pictórica a ser modelada, y Casimiro adquiere otras maneras de expresarse. Las figuras son descompuestas geométricamente, los cortes y planos re ensamblan las partes de la imagen. Detrás de la estabilidad geométrica circula un rumor. De fondo, vibra la descomposición: el tono se vuelve trágico.

“Para hacer tapiz se deben manejar conceptos de la pintura, del dibujo y de las técnicas de tejido. Lo que va saliendo surge en el momento de la forma, como si un color te llevara a otro y la misma actividad te fuera transformando. El telar comparte conceptos con la pintura, como el dibujo y el color, pero el artista textil puede ir menos a la espontaneidad que el pintor. Si quiere representar un rayo en medio de una tormenta, tiene que entrelazar diversas lanas, de antemano, para darle degradé a la luz: el telar exige premeditación.”

El pintor puede mezclar colores sobre el lienzo. La misma superficie es apta para la mezcla y habilita la superposición y saturación de tonos de acuerdo a las capas de pintura yuxtapuestas. El tejido, en cambio, cubre una trama con otra: “la lana no es transparente, la transparencia sólo es posible mediante un delicado recorrido a través de un tejido compuesto por hebras de distintos colores que aportan la luz y/o la visualización de las capas que pasan por debajo.”

Casimiro inaugura el nuevo siglo atreviéndose a la tercera dimensión: inclina sus telares a lo escultórico, comienza a pensarlos como instalaciones. Empieza a incluir madera, tela, restos orgánicos y contaminantes; construye piezas y sentidos sobre fondos tejidos; va dándole forma al espacio. Como en “Erosión” (2001) donde el bastidor es rebasado y el marco, antes límite de adentro-afuera, se ve obligado a resignar su condición estática, y se vuelve trampolín desde el cual un jirón de color toma el espacio por asalto. O en “Torrente” (2002), donde maneja tramas yuxtapuestas y combina diversos puntos con colores fríos y cálidos que sobresalen del plano, aumentando el volumen y avanzando sobre el espacio. O en “Derretimiento”, donde el color desborda el marco, lo cubre y las hebras chorrean como el agua, en acción plástica, con intersecciones que ganan profundidad y cuerpo. Y en “América hoy es…”, un trabajo que interactúa con diversos elementos y se pronuncia mediante la combinación de objetos dispersos, enhebrados sobre una trama desgarrada, como escaras de un cuerpo enfermo.

Sus obras no parten de dibujos, nacen de la improvisación. Para cada una hay motivos que lo ocupan y preocupan: “no hay bloqueo porque es una búsqueda y al involucrar nuevos materiales hay un desafío que depende de la audacia a cada momento.” Casimiro no siente limitaciones al encarar trabajos personales. Sí, en cambio, cuando debe cumplir con encargos comerciales que, en muchos casos lo limitan a hacer cosas que no quiere. “En lo artístico, el tejido es complicado, pero si uno se dedica a hacer tapices comerciales, la actividad es posible como salida laboral.”

Su objetivo es llevar el tapiz al lugar que goza la pintura en el imaginario social. Revalorizar el tejido artesanal; conseguir que sea tan considerado como la pintura. Llevarlo a la evolución y al prestigio del pincel: esa es la idea que lo tiene obsesionado desde hace muchos años.

Desde que en 2007 publicara su primer libro, Tramarte, al que le siguieron Tapiz del norte argentino (2009), Arte del telar horizontal (2012) y Arte Calchaquí (2018), todos actualmente a la venta, busca difundir ancestrales técnicas del tejido que heredó de manera oral, para conservarlas y ampliarlas mediante el tapiz: “mantener el valor por el trabajo artesanal, tan degradado por las tecnologías que mecánicamente imitan algunos de estos saberes y quieren hacer creer que es trabajo de hombre.” Su objetivo no solamente es el de dar a conocer sus tapices, sino el de reivindicar los antiguos modos artesanales, más allá de lo que manifiestan sus obras: esa es su meta. Para ello viene planeando la construcción de la Escuela Jesús Casimiro que, por el momento está buscando el lugar donde erigirse, avalado por el Ministerio de Educación de la Nación, para formar personas con título a nivel primario, secundario y terciario. “Sería como un Bellas Artes en pintura, pero solamente en textil, porque es muy amplio el textil: urdimbre, trama, tejido a croché, a dos agujas, a nudo de macramé, a ataduras, a envolturas; todo lo que involucre lo textil. No hay escuelas en el mundo, hasta donde yo sé no hay precedente de esta idea de una escuela superior. Es difícil, porque todavía no hay formadores que se sumen de bellas artes.”

Mientras tanto, sigue tejiendo, desafiándose y llevándose un poco más allá en cada obra, acaso reencontrando el hilo de Ariadna que lo saque de cada laberinto que se da en el tiempo, con distintas técnicas y trabajo.

“Vivir de lo que uno ama” es la energía y la fuerza que le da a Jesús Casimiro esta verdad.

2016: muestra colectiva “Fothor 2”, Galería de Arte Ida Schmid, Nueva York.

2016: “El ardid del tiempo”, Museo de Bellas Artes de Salta.

2014: clasifica en Salón de Artes Visuales, Palais de Glace, Buenos Aires.

2013: segunda mención en Salón de Artes Visuales, Palais de Glace, Bs. As.

2011: primer premio Tapiz Proyección, Berazategui, Pcia. de Buenos Aires.

2004: expone en Lille, Francia, luego en Salón argentino, París, Francia y en Seminario de Arte Textil Latinoamericano, La Paz, Bolivia.

En 1992 obtiene la mención Salón Tapiz, Salta.

“Más allá del textil” permanecerá abierta hasta el 7 de mayo en la Casa de la Provincia de Salta (Presidente Roque Sáenz Peña 933). De 10.00 a 18.00.

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