¿Podríamos hacer más sustentable el lavado de ropa? | Noticias Univision | Univision

2022-07-01 18:41:10 By : Mr. Leo Teng

En octubre 2015 estaba en Filipinas en un autobús, subiendo la carretera North Luzon que lleva desde Manila hacia las montañas. Había viajado desde San Francisco para visitar a mi amigo Imman y estábamos escapando del calor implacable. Por la ventana veíamos pasar las palmeras, campos de arroz y aldeas rurales. Estábamos hablando de tareas domésticas cuando surgió el tema de lavar la ropa.

“¿Cómo es que los estadounidenses tienen tiempo para lavar ropa?”, me preguntó Imman.

“No sé”, le contesté. “Simplemente… ¿lo hacemos?”.

Una diferencia cultural aparentemente pequeña condujo a una discusión sobre un tema de mayor envergadura en cuanto a la tecnología y la planificación urbana.

Cuando era un niño en Tennessee, mi mamá lavaba mi ropa en casa usando nuestra propia lavadora y secadora. En la universidad yo usaba lavadoras y secadoras de monedas, ubicadas en el subterráneo de mi residencia universitaria. Lavar mi ropa me hizo sentir como un adulto en un ambiente de clases que me infantilizaba. Desde entonces he tenido una lavadora y secadora en mi propio departamento. En nuestra casa somos sólo dos personas, por lo que lavar la ropa sólo toma unos cuantos minutos de tiempo cada semana. Pero la pregunta de Imman me hizo ponderar cómo Estados Unidos llegó a lavar ropa tal como lo hace hoy día y si realmente lo estamos haciendo de la manera más eficiente y amigable con el ambientalmente.

La historia de lavar ropa en EE.UU.

En Estados Unidos lavar ropa no se convirtió en una tarea doméstica semanal hasta el siglo XIX. Antes de eso, la ropa estaba hecha de materiales resistentes, como lana, cuero o fieltro, por lo que era difícil lavarla. En esa época muchas veces una camisa sucia se sacudía y punto.

Con la industrialización se empezó a fabricar tela de algodón. La gente empezó a comprar más ropa y había un movimiento a favor de la higiene personal, para prevenir enfermedades. Esto significó lavar más ropa. Para la ama de casa del siglo XIX el “día del lavado” era laborioso y llevaba mucho tiempo. Ella tenía que elaborar detergente de grasa animal y soda cáustica. Tenía que cortar madera para el fogón o pedirles a sus hijos o a su esposo que lo hiciera. Y después tenía que meter mucha mano para restregar la ropa. Todo esto sin contar que después tenía que planchar la ropa. Por eso la gente con dinero contrataba a una lavandera, muchas veces una afroamericana. En 1880 una lavandera podía ganar entre $90 y $180 al mes en dólares de 2016.

Pero entonces se presentó la competencia. A mediados del siglo XIX una oleada grande de inmigrantes chinos llegó a los Estados Unidos. Abrieron lavanderías en barrios urbanos donde lavaban ropa a mano. En 1880, dos tercios de las 320 lavanderías en San Francisco tenían due ños chinos. Ya para finales del siglo XIX cada ciudad estadounidense con una población de inmigrantes chinos tenía lavanderías de dueños chinos.

La industrialización siguió transformando las lavanderías. Con la aparición de la red eléctrica a finales del siglo XIX empezaron a surgir lavanderías comerciales mecanizadas. En las lavanderías mecanizadas los talladores de madera fueron sustituidos por lavadoras con manijas que se giraban a mano y luego por agitadores eléctricos. Al inicio, las lavanderías comerciales atendían a clientes institucionales y a hombres solteros, pero luego fueron dirigiendo sus servicios directamente a las amas de casa.

Tanto las lavanderías comerciales como las lavanderías a mano llegaron a su apogeo en los años veinte. Su descenso en las décadas siguientes se debió a la expansión de la red eléctrica y los costos decrecientes de lavadoras. Ya para 1927 la empresa Maytag había vendido un millón de lavadoras. En 1940 más de un 40% de los hogares estadounidenses tenían una lavadora. Después de la Segunda Guerra Mundial las lavadoras se hicieron parte de la imagen de la casa ideal suburbana. De hecho, las empresas las comercializaban de manera agresiva en las revistas femeninas y luego por la televisión.

Las lavanderías de monedas resultaron una buena herramienta de mercadeo también, ya que introducían a la gente a estos nuevos aparatos. Dentro de poco tiempo, el que no tenía lavadora en su casa estaba atrasado con la tecnología.

Un enfoque diferente en Filipinas

La historia de lavar la ropa tomó otro rumbo en las Filipinas. Allí existen dos estilos: el rural y el urbano. En las provincias rurales el día de lavar ropa ocurre en la orilla del río, todo a mano y se trata de una actividad comunitaria. Cualquier tecnología que facilite el acceso al agua limpia podría brindar una enorme ayuda. Un área techada con una cuenca comunal y agua de pozo fresca, hace que lavar ropa sea mucho más fácil. Con siete mil islas y muchísimas aldeas en el país, construir una infraestructura rural de este tipo es un reto continuo.

En las ciudades, la ropa siempre se ha lavado a mano y sólo ha sido en las últimas dos décadas que las lavadoras se han vuelto comunes. Hoy día muchos hogares de clase media en Manila tienen lavadoras y “ayuda doméstica”, es decir, muchachas jóvenes de las provincias que viven con las familias en Manila y se encargan de las tareas domésticas. Con frecuencia se les trata como una extensión de la familia y trabajan en la misma casa durante muchos años. Aparte de su habitación, el trabajo les da unos $80 por mes, dinero del que una parte la suelen enviar a sus familias.

Las secadoras son poco comunes en Filipinas. Siempre hace calor afuera y la gente opta por secar la ropa al aire libre. Mi amigo Imman dice que tender ropa es mejor porque la luz ultravioleta contribuye a matar gérmenes.

En contraste, muchas asociaciones de vecinos en Estados Unidos prohiben categóricamente tender la ropa a secar. A veces se considera que la ropa en tendedero es algo feo o un símbolo de pobreza que disminuye el valor de propiedades. San Francisco prohibía el uso de tendederos hasta 2015. Gracias al reciente movimiento Right to Dry que ha abogado por el derecho de tender ropa, California y varios otros estados —entre ellos, Florida y Maine— han revocado estas prohibiciones.

Las lavanderías en Filipinas son una combinación de cadenas y negocios caseros administrados por familias y basados en sus casas. Prácticamente no existen lavanderías de autoservicio con máquinas que operan con monedas, aunque sí existen algunas instalaciones más grandes y modernas para lavar ropa en una escala mayor. De hecho, la primera lavandería comercial de Manila se inauguró en 1946 cuando Dominador S. Asis, padre, compró un tráiler de campaña para lavar ropa de unos soldados estadounidenses que se iban del país.

En Manila los servicios de lavar y doblar ropa son mucho más baratos de lo que son en Estados Unidos. Una cantidad de ropa que en San Francisco me costaría $35 para lavar, doblar y recibir a domicilio, sólo me saldría en $4.35 en Manila por los mismos servicios. Si bien lavar mi propia ropa funciona a mi favor financiero en San Francisco, en Manila la mano de obra mucho más barata hace que tercerizar esos servicios sea una opción sensata para muchos.

El problema con lavar en casa

El problema está en que el estilo estadounidense de lavar ropa es increíblemente ineficiente. Hemos favorecido máquinas personalizadas en lugar de eficiencia industrial. Casi cada casa en mi cuadra tiene una lavadora y secadora, y éstas están sin usarse un 99% del tiempo. Y cuando sí las usamos, estamos usando una tonelada de agua, por lo menos unos seis mil millones de galones por semana. Por cada libra de ropa las lavadoras grandes industriales usan menos de la mitad del agua que requieren las mejores lavadoras caseras de alta eficiencia disponibles en el mercado.

Estas lavadoras industriales comúnmente se utilizan para las toallas y sábanas de la industria de hoteles. Pero si toda nuestra ropa se pusiera en estas lavadoras se ahorrarían más de tres mil millones de galones de agua por semana en Estados Unidos.

Por desgracia, hay enormes barreras logísticas que impiden aprovechar estas eficiencias. La densidad es un problema. El área metropolitana más densa de los EE.UU. es sólo la mitad de densa que el área metropolitana de Manila. En los Estados Unidos las viviendas suburbanas de baja densidad hacen que sea difícil centralizar los recursos de un vecindario. Y, si bien lavar ropa de manera más eficiente tal vez no sea la opción más fácil para adaptarse al cambio climático, creo que se trata de un ejemplo entre muchos en que la vida de baja densidad es una barrera en abordar dicho cambio. En un suburbio de baja densidad casi todo es menos eficiente a nivel energético: hacer mandados, viajar al trabajo, calentar y refrescar casas independientes, el cuidado de céspedes, etc.

En nuestra casa en San Francisco, que queda muy lejos de las palmeras de Filipinas, nuestro tendedero cuelga en un olivo en un rincón callado del jardín. Desde mi viaje he empezado a incorporar la seca de ropa en tendedero en mi rutina durante los días soleados. Espero que aprenda convertirlo en un ritual agradable, un momento de contemplación bajo el cálido sol.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés, en CityLab.com.

Más contenido de tu interés